Andy Panko #7, Jimmy Baron Jr. #20, Sergi Vidal #9… sus nombres no caerán en el olvido, y sus dorsales aún teñirán de blanco y azul cientos de localidades del coso taurino de Illumbe; lo harán durante años. Han recibido el “Gracias y buena suerte”, les han dejado marchar, no sin antes haber escrito páginas doradas en la historia de este club. Pero sus huecos no se quedarán vacíos, nunca lo hacen.
Los inicios a veces traen consigo cierto grado de melancolía, sobre todo cuando de quien uno se despide ha dejado tan buen sabor de boca, pero las nuevas caras de este equipo no vienen para ser “el sustituto de”, que nadie se equivoque. Si por algo se caracteriza este club es por dejar a cada uno de sus miembros aportar su toque de personalidad propia al equipo. Chris, Qyntel, Guille, Ekene, Dani: gracias y bienvenidos a casa. Los donostiarras tienen para vosotros un nuevo libro con las páginas en blanco y os han puesto el bolígrafo en la mano. Despacio y buena letra, su afición es exigente.
La marea azul se ha (mal)acostumbrado a lo bueno, a lo mejor. Y ya no hablo de calidad, sino de entrega, valentía, fidelidad y pasión. No se conforman con medias tintas, lo quieren todo. Cada minuto. El máximo. Su presupuesto es modesto para los estándares de la liga, pero lo compensan con la fuerza de mil soldados en cada segundo en cancha y una afición que responde como el mejor sexto hombre cuando sus guerreros piden ayuda.
Este verano se han empeñado en borrarles la sonrisa. Quinto puesto en la clasificación y una plaza en Europa ganada a pulso eran el premio a una temporada de ensueño. No viajaremos de un lado a otro del continente, pero nadie va a robarnos lo que por derecho nos corresponde: las ganas de seguir peleando. Donostia quiere reír, vibrar, sonreír, gritar, saltar de sus asientos.
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